Antiguamente solía decirse que un buen mozo era aquel que nos parecía invisible. Así, ese mozo nos pasaba absolutamente desapercibido, era un ente que decoraba con disimulo nuestra estancia en el local gastronómico.
Nos servía la copa cuando esta aún no se vaciaba, aparecía por detrás de uno sin que nadie lo percibiera, pagar era casi instantáneo con solo levantar un dedo, él nos estaba viendo, ansioso desde la barra con sus ojos como faros que todo lo veían.
Para tomar el pedido, alguno podría usar un papelito, la mayoría retenía en su mente el pedido de tres, cuatro o cinco mesas incapaz de equivocarse.
La barra era un panóptico desde el cual ese mozo seguía el movimiento de cada mesa, presto tanto a servir como a evitar los clásicos “pagadios”.
Pero los tiempos cambian y los chicos crecen y con ellos los mozos se jubilan y nuevas generaciones vienen a ocupar esos lugares. Y, para colmo, cada generación trae sus costumbres y rasgos distintivos. Entonces los consumidores sufrimos dos especies de electroshocks violentos por el solo hecho de querer tomar un café. En primer lugar, nos quedamos sin el mozo de cada mañana (o cada tarde como prefiera el lector, incluso de la noche), sin ese buen día amable y, si uno era habitué del páramo cafetero, hasta nos traía “lo de siempre” antes de saludarnos, incluso.
Pero ahora no, por más años que llevemos yendo al mismo bar, a la misma hora y pidiendo la misma infusión una y otra vez, el nuevo mozo nos ignorará por varios minutos, probando hasta dónde llega nuestra paciencia. Con suerte nos dirá “buen día”, pero mirando a otro lado y, si uno pide un cortado puede que venga un café, la diferencia entre la medialuna de grasa y la de manteca, para estos seres, es un misterio insondable, ni hablar de querer hacer un segundo pedido, que nos vea se vuelve ilusorio y la espera para que nos cobre tienta a la subrepticia fuga al tipo mas honesto del mundo.
Otro ítem a destacar en esta nueva especie de mozos, ahora también llamados meseros/as o camareros/as, es que consideran que pedir un café necesita aclaratoria de continente…no señores, no!!!!, un café es un café en un pocillo, en jarrito es un “café en jarrito”, lo mismo que en vaso, “una café en vaso”. Harto, estoy, harto de tener que aclarar que lo quiero en pocillo, que en jarrito es un americano y que en vaso me quemo las puntas yemas de los dedos. Pasa que estos muchachos nacieron en la era del Pizza – Café, en donde se acostumbraron al jarrito, entonces cuando uno pide un cortado el salame picado fino nos mira con sus ojos abiertos como para confirmar el envase jarrito…y uno le dice, no en pocillo, y eso, pobre pibe, lo confunde, lo desacomoda, lo crispa.
Lo de limpiarnos la mesa de la suciedad del comensal anterior, se volvió utópico, gracias si el trapito repasa el 20% de la mesa, el resto es tarea de uno.
Para que la nostalgia de nuestro antiguo mozo nos torture lo que dura un café el tipo nos ninguneará por los siglos venideros, no importa con cuanta frecuencia utilicemos el aposento en cuestión, para él no somos el “de siempre”, somos un pobre diablo que ojala pida poco y sencillo, y aparte que tenga cambio y deje propina.
Y ahí llegamos a las propinas, vaya cuestión, y aquí cosecharemos apoyos e insultos. Porque es la propina en última instancia, la venganza del comensal. Es así que a nuestro viejo mozo hasta nos daba placer dejarle aquellas monedas de las que se conformaba el vuelto, era una rutina, que esos 25 centavos iban a su saco, para nosotros eso venía incluido en el precio final y el gesto era agradecido, tal vez con una mera guiñada de ojos o el tímido, casi avergonzado, “gracias”.
Ahora las cosas son distintas, uno ha dejado de tener ánimo de dejar la más miserable de las monedas de 5 centavos de nuestro cambio, y si uno lo deja se lo miran con desprecio, como diciendo que con esta corbata no puedo dejarle menos que un billete. Pero vamos, si te pedí un cortado y me trajiste un café, lo pedí 10 y 20 y lo tomé casi frío a las 11, si quise pagar a las 11 y 15 y recibí el vuelto a las 12…cómo voy a dejar propina??...no, viejo, si tomar un cafecito, gracias a estos pibes, se va a tornar una ciencia dura…
5 comentarios:
Bueno los felicito esta muy buena,sigan escribiendo que enriquesen culturalmente a las personas con sus ideas.
Bueno me voy al Bar a tomar un cafe
Como cultura cafeteril no tengo, mi comentario está dirigido a otro brebaje disponible en cualquier bar o lugar que se precie de serlo. La bebida en cuestión es el "exprimido de naranja"...¿por qué cuesta arriba de $5?? (juro que no tengo nada que me emparente con Lita de Lázari), le pedís un jugo al mozo y te trae un vaso casi tan finito como un tubo de ensayo, que como si fuera poco para estirar la producción de una, a lo sumo dos, ponele tres naranjas, le meten una buena cantidad de hielo! sabés por que? porque a este buen señor/a que toma el pedido no se le ocurre preguntarte si lo querés natural o con hielo, entonces llegado el momento de encontrarte con tu tan ansiado jugo matinal (como en mi caso) te encontrás con un tubito de vidrio con abundante hielo y un juguito que si los astros están de tu lado capaz te toque dulce, sino preparate porque se viene un catarata de amargura por tu garganta. Hasta quí mi comentario. SIC SIC!
Muy bueno, lo del bar está bárbaro, ahora les cuento una cosa.
El año pasado acostumbraba a ir los sábados a un bar a jugar un partidito de billar con un amigo, (cuyo nombre no voy a decir por consejo de mi abogado y de Doña Elsa la curandera), y que ahora escribe en esta página. Lo mas curioso es que casi un mes después de que empezamos a ir nos dimos cuenta que nunca le dejábamos un miserable mango de propina al mozo que nos atendía siempre. Nos empezamos a dar cuenta cuando notamos que el cortado venía con una extraña espumita verde en el medio (yo creía que era nata ecológica) o también cuando empezó a reemplazar la tiza de billar por un cacho de carbón y otras cosas extrañas como cuando estaba en el baño sentado en el inodoro y accidentalmente me cayó una olla de sopa encima. Cuando caímos en la cuenta nos dió careta, así que teníamos dos opciones, una era dejarle propina, pero los intereses por retroactividad nos mataban y además los gastronómicos todavía no habían arreglado el aumento y no queramos problemas con el sindicato. La otra era hacer terapia para sobrellevar esa pesada y vergonzosa carga. Al final decidimos no volver más.
Muchas gracias por ayudarme a estar al pedo y hasta el otro carnaval
El problema con el tema de los mozos es el siguiente:
Antes los mozos de capital federal tenian un 30% extra de propinas dentro de su ingreso general.
Ahora, las propinas de muchos de ellos se han incrementado y son 2 sueldos mas que cobra. Y eso por el turismo que da propina en dolares.
Entonces muchas veces, comer en Recoleta, Madero o Palermo Soho es un embole porque el mozo ya tiene un estilo " showman" ya que es justamente lo que el turista suele premiar. O sea que ademas de servirle el vino le cuenten la hist de la botella o le den detalles ridiculos de la decoracion del local.
Esto hizo que hoy haya muchos mozos en capital muy compepelotas.
saludos y gracias
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