viernes, 27 de abril de 2007

El Taxista, un Tocado con la Varita Mágica...



Si no es así desmiéntamelo. Vamos, dígame que el taxista es un excluido, dígalo si lo piensa. Yo se lo retruco a lo largo de este artículo, Usted, después, recapacite. Veamos algunos ítems interesantes…nótese que dejamos muchos en el tintero.

Factores Climáticos: El amanecer del día determina la conducta a seguir. Si llueve se puede quedar una ratito más en la cama, una ratito o todo el día. Si hace calor sale con la fresca o lo deja para la noche y el mediodía lo pasa en la quinta de un amigo que se atarea de casero. Cuando hay alerta meteorológico deja el coche en el garage, total “no me voy a arriesgar con un día así, mirá si graniza”.
El Horario: A su gusto y antojo. Digamos que no es un trabajo para adictos al laburo. Si es perezoso puede arrancar pasado el mediodía, con los ojos hinchados de tanto apolillar para nuestra para nada sana envidia. El almuerzo lo toma cuando pica el bagre (y todas las veces que pique), un café no se le niega a ningún amigo que lo llame al celular (porque todos tienen celular), y hasta alguna cervecita alguno se ha clavado. Si es noctámbulo, larga después de la cena, se labura bajo las estrellas y se duerme arruinado con los primeros rayos de sol de la mañana. El día que le pinta la fiaca, es San Fulano, y a darle a la almohada. Si le viene la modorra, el pasaje Gelly, cerca de Plaza Mitre, ahí en Recoleta, es un siestero de aquellos, mete el tacho en la cola y a dormir que se acaba el mundo.

Beneficios: Son muchos, innumerables y el lector puede agregar tantos como le de la gana. Cuánta facilidad tienen estos tipos para echarse una canita al aire!!!, nadie sabe dónde están, nadie sabe cuánto recaudan, se pueden meter en cualquier telurio con una señorita gastarse el jornal en lujo y placer para luego llegar a la casa con cara de Cristo crucificado diciendo: “vieja, no sabés cómo yiré hoy, hay una malaria impresionante, esto se va a la mierda…”. Y ahí empalmamos con otro clásico de este oficio, los tipos son predicadores de la verdad. Y la dicen con total impunidad. “Mirá que yo cargo gente acá y todos van a votar a la contra, si gana es fraude y lo sacan a patadas…” si, con la boca de coté y mirándonos por el retrovisor con cara de “pibe yo está me la se lunga”. Otra, son expertos economistas y/o sociólogos, “son todos giles, nene, esto yo ya lo ví, esto explota, se va al carajo”, ningún avezado economista puede prever, intuir ni conocer lo que estos seres aprendieron yirando con el tacho, ninguno.

No me diga que nunca le pasó que se le metan en la conversación con su acompañante ocasional, eso puede ser opinando, tomando partido o simplemente haciendo una insoportable sonrisa espasmódica que completan las líneas finales del diálogo.

Ni hablar que por el espejito pispean las partes pudendas de las pobres señoritas que hacen un esfuerzo por entrar al coche, asquerosos.

Omnipresencia: Nada como tomar un taxi a la salida de la cancha y empezar a comentar el partido. Ahí se dan 3 situaciones espectaculares. O bien jugó al fútbol hasta la 3º de algún club de renombre, seguramente a 1º no llegó por una lesión mas o menos trágica o por los típicos “acomodos” (ahí nos aclara que el fútbol es un arreglo inquebrantable y que en la cancha gritamos de tarados que somos nomás, él ya no, porque sabe “cada cosa”) o, la peor de todas, te discuten con una seguridad categórica todas y cada una de las jugadas, ¡¡¡ A vos que salís de la cancha y el lo escucho por radio!!!!, pero la mejor es que todos (todos) estuvieron o cuando debutó Maradona o el día que Francescoli hizo la chilena, o lo vieron a Rojitas de chiquito jugando a la mancha en el barrio. Es increíble pero estuvieron en todos lados, cuando bombardearon la Plaza, cuando De La Rúa huyó, o en las situaciones en las que todo el mundo se guardó ellos aseguran haber yirado, con seguridad y sin sonrojarse, o cuando volvió Perón, “yo fui, no sabés lo que fue eso, de pedo no me emplomaron”. Casi todos sufrieron un asalto y, salvo honrosas y honestas excepciones, todos repelieron el peligro cual héroe de esos que salen en Uniseries, tienen algún cohetazo en el cuerpo (nunca visible) y resistieron “porque yo el auto no se lo doy, 40 tiros me tienen que meter para sacármelo”, o la típica, “los fui a buscar” y “esos no joden más”, si el pasajero es una señorita, el episodio, seguramente, tomará ribetes épicos.

Después de leer estas líneas verifique su rechazo a nuestra teoría de que estos señores son elegidos del señor en esta vida, todos lloran miseria pero…alguien conoce un taxista pobre?, por empezar, todos tienen auto y siempre se van de vacaciones (después nos lloran hasta cuanto gastaron)…en fin, sírvase este pequeño racconto sobre las veleidades del taxista, al menos, para darle una mano a nuestros jóvenes inmersos en sus profundas crisis vocacionales…

viernes, 20 de abril de 2007

Exiguo Tratado Sobre los Vendedores.


Entrar a un negocio puede convertirse rápidamente de una agradable distracción en una experiencia comercial insufrible, por cierto no legislado por nuestro menesteroso ordenamiento legal.

Uno no siempre ingresa a un negocio porque quiere comprar, a veces quiere mirar, chusmear precios y/o novedades, hacer tiempo e innumerables variables que el lector añadirá de acuerdo a sus costumbres.

Pero hay veces en que, no bien uno ingresa al local en cuestión, el comerciante empieza con sus preguntas, “que necesitas??, “andás buscando algo en especial?”, “que te ofrezco, gordo?” (quién le dijo que me puede llamar gordo??, eh? Quién?), entonces, la entrada al negocio se vuelve tediosa o efímera, o bien soportamos el asedio del comerciante, lo que puede incluir una batería de muestras, ofertas, “probate”, está barato, otro así no se consigue, y demás o bien, nos damos media vuelta y seguimos nuestro camino peregrino mascullando la bronca de no haber podido otear el bien y su coste.

Lo peor es que si uno le contesta “nada, estoy mirando”, nos devuelven una mirada fulminante que se suma a un revoleo de ojos mientras vuelven al mostrador que nos hacer sentir estúpidos de no realizar la compra.

Otros no se acercan, son presas del panick attack permanente (los gobiernos se llevan su parte en esto) pero nos miran con desconfianza, nos escrutan con su mirada de pies a cabeza (a todos por igual), si preguntamos algo nos responden con evasivas y carita de asco, si compramos y se nos ocurre pagar con un billete grande lo inquieren a mas no poder hasta auto convencerse (porque nunca sabré cómo se forma el convencimiento e esos casos) de la autenticidad del papelito valorativo en cuestión. Otras veces no se toman tanto trabajo y, ante el temor de ser timados, nos responden que no poseen cambio, dándonos la opción de ir a conseguirlo a nuestra costa o de cancelar la compra, total, prefieren la pérdida a la consabida estafa.

Esta clase de comerciante tiene la variante del Gran Comerciante, o comercio a gran escala, léase las cadenas donde no se nos permite el acceso con nuestro inseparable portafolios o equivalente. Acaso, no es una presunción de mi mala fe despojarme de uno de mis bienes más preciados para evitar que me lleve escondida una baratija nimia? No señor, ustedes se equivocan, el cliente no es un ladrón, en mi caso, si me despojan de mi portafolios, me despojan de mi billetera y si me despojan de mi billetera lo hacen también de mi tarjeta de crédito y, mas, de mi cédula que ya casi está adherida materialmente a la primera; por lo que infiérase señor lector que mal podría comprar algo por encontrarme desposeído de mi bienes intercambiables…por dios…ni que vendieran la tal cosa. Por otra parte, y para completar este cuadro inadmisible, esos locales (megalocales en algunos casos, tan mega que no se verían ante la dificultad de tener que solicitar su propia quiebra si uno se olvidara de abonar un disco compacto novedad en el mercado discográfico) cuentan con esas puertitas electrónicas que anuncian al manilargo ante la sociedad, ridiculizándolo y promoviendo el oprobio general hacia su asquerosa persona. Por eso, desde aquí nos declaramos en rebeldía con dejar en un impersonal locker nuestros objetos personales, en muchos casos más valiosos que la mayoría de los productos a la venta en el local.

Otra clase de vendedores insufribles son aquellos que se permiten aconsejarnos “de oficio”. No hace falta que uno pida asesoramiento, ellos asesoran, opinan tercian en el intercambio de opiniones con nuestro acompañante ocasional y terminan sintiéndose importantes cuando su opinión se hace con la victoria en medio de la tormenta de ponencias, manifestaciones y sugerencias.

Pero, sin dudas, y para ir terminando, llegamos al, a mi gusto, peor de todos los vendedores que pueda concebirse en el comercio. Me refiero a ese vendedor que nos clava la estocada dónde más no duele, el que nos contesta: “no, jean como para vos no tengo…”, el tono que acompaña a la hiriente frase no hace mas que actuar como rematador para nuestra autoestima, el tono es canchero, de fastidio por habérsenos ocurrido entrar a “ese” local a preguntar, como si no tuviéramos complejos, ahí está él el vendedor para recordarnos que los jeans en las casas del momento sólo llegan a la cintura 44, y de ahí para arriba hay que ser mago para no andar en bolas como los indios (no lo digo peyorativamente, lo digo en el sentido que lo dijo San Martín), ni hablar para las mujeres, para quienes solo hay 2 talles de pantalones, y de ahí para arriba que te vista tu abuela porque si no te tendrás que tirar una túnica encima para mantener a salvo de miradas libidinosas tus partes pudendas…

martes, 17 de abril de 2007

De Quién es la Obligación del Cambio?



Ja, tema harto complicado y polémico, aquí proveedores y consumidores en seguida se ubicarán en su respectiva vereda a la hora de defender sus mas o menos nobles posiciones.

A quién no le ha pasado tener que bajarse del taxi para conseguir cambio de 50, con frío, a las 2 de la mañana porque el señor taxista esgrime no tener cambio chico para hacer frente a su obligación de darnos el vuelto? Seguro que le pasó estimado lector, o no me diga que no ha perdido una cuantiosa fortuna (si nunca sacó el cálculo, hágalo y vea la educación de la que, seguramente, está privando hoy a sus hijos) a manos de los kiosqueros que nos embaucan con sus caramelos en lugar de darnos nuestras moneditas de 5 centavos que nos hemos ganado con el sudor de nuestra frente (bueno, a veces no es tan así, pero constituyen una porción de nuestro salario y eso las hace nuestras, como derecho adquirido). Así estos desvergonzados malandrines se hacen de sus riquezas a costa de nuestros calamitosos vueltos.

Las frases que invitan a la resistencia popular son las siguientes: “Por Favor Abone con Cambio”, “Recién Salgo…” (típica de los taxistas), “No te Molesta si te doy 2 caramelos?”, etc etc etc.

Vamos por parte, abonar con cambio no constituye obligación del pagador, el pagador debe pagar por lo que consume, por lo tanto lo hace como quiere, nuestro consejo: o ponga a prueba la paciencia del vendedor dándole el billete más grande que pueda conseguir o vaya y cómprele a otro, la panadería no debe ser la única en la faz de la tierra.

Recién salgo, nos dice el taxista, una noche helada de Julio a las 3:30 de la madrugada. Primero, no le creo, ni en mis épocas mas turbadas empezaba a trabajar a las 3:30 de la madrugada, empezar a atarearse a esa hora constituye el pináculo del caos profesional y uno no tiene la culpa de ello, la sociedad no tiene nada que ver, sepámoslo, un taxista no es un excluido, un taxista es un tocado por la varita mágica (ya me ocuparé en otro artículo de repasar todas las ventajas de este próspero oficio, taxistas abstenerse, hablaré de todas y cada una de las prerrogativas que conlleva la pertenencia esa corporación). Por lo tanto, que este buen hombre se baje, se compre sus mentitas y nos devuelva hasta nuestro último centavos, sin dar por sentado, como suelen hacer, que las monedas de 25 para abajo son despreciadas por nosotros, les hago saber que en casa tenemos una cajita de metal deseosa de recibir monedas de cualquier peso y/o valor.

Sí, me molesta que me des 2 caramelos, y me molesta mucho, en primer lugar porque me das 2 palitos de la selva, se me pegan en las muelas y generan caries y yo nunca tuve una ni la quiero tener porque sé que se sufre cuando se visita al dentista y su fiel ladero el torno, en segundo lugar porque vas juntando de a 10 centavos para terminar tus días en tu casa de retiro, una petit mansión que nada tiene que envidiarle a la de Chartwell donde el abnegado Churchill terminó sus días. Ah, te aclaro la diferencia, el bueno de Winston se cargó a los Nazis, ganó 2 guerras mundiales, fue 2 veces primer ministro inglés y salvó a la humanidad de una catástrofe (bueno, a una parte de la humanidad, otros la hubieran pasado de putamadre) por lo que, de última, se merecía morir en un paraíso terrenal, pero vos sos kiosquero, viejo, como vos hay 3 por cada 100 metros, la ecuación no da para que retires como un héroe de la humanidad a costa de un imperceptible, progresivo y lento hurto de monedas de parvo valor a cada uno de tus parroquianos.
Como excepciones, aunque odiosas por cierto, no olvidemos a los que nos dan el vuelto en moneditas bien chiquitas con el deseo interno de destruir nuestros bolsillos en represalia a nuestro abono con billete "grande" (tampoco es que uno va con un camión de caudales al super de la cuadra) o aquellos que nos dan los metaliquitos en valor escalonado, en lugar de un billete de 2, con el fín de facilitarnos el dejo de propina, "sú" propina.

Para concluir este apasionante tema, invitamos a todos a sumarse a esta noble cruzada. Hagamos sonar nuestras monedas, luchemos por nuestros 15 centavos, impongamos el día Nacional del cambio chico (tratativa que los diputados estarían deseosos de llevar adelante), ni olvido ni perdón, nunca más al “no tengo cambio”, las futuras generaciones, herederas de nuestras posesiones, nos agradecerán esta empresa contra semejante menoscabo a nuestro bien ganado (o no, insisto, no importa) patrimonio, a manos de estos terroristas de nuestros monederos .

viernes, 13 de abril de 2007

Claves Para Reconocer un Buen Bar.


Siguiendo con nuestro humilde propósito de iluminar aquellas mentes menos esclarecidas y de hacer un país mas justo y soberano, queremos aprovechar este medio para poner en conocimiento del resto de los simples mortales algunas pautas para que usted reconozca fácilmente cuando un bar es apto para la atención de seres humanos.
Para ello, ponemos a su alcance los siguientes consejos:

Ø No se fíe de la decoración engañosa. Si ve mucho revestimiento símil madera, huya.


Ø La limpieza aparente no es indicio de nada. Años de experiencia nos han enseñado que hay establecimientos gastronómicos –en apariencia impolutos- cuyos baños compiten en salubridad con los de la cancha de Deportivo Morón.


Ø Si en vez de un mozo entrado en años, Ud. detecta una señorita salida de la tapa de Paparazzi, no se detenga. Lo más probable es que si usted pide una lágrima, ella, se ponga a llorar.


Ø La consideración que un establecimiento tiene para con su cliente puede definirse así: es directamente proporcional a la diferencia de temperatura que existe entre el café y el vaso de agua que le sirven. Hemos sido víctimas de inescrupulosos comerciantes que nos han traído el agua más caliente que la infusión.


Ø La gran variedad de diarios para uso de los comensales es un signo alentador, que en algunos casos hace olvidar los cuatro pesos con que nos fajan un triste cortado.


Ø Por último, no aconsejamos los deplorables Pizza-Café (Que son? ,Pizzerías?, Bares?) los que estén cerca de facultades (no los van a atender nunca, nos consta), los temáticos (Quién quiere que le sirva un fernet un morocho disfrazado de irlandés?). Volvamos a las fuentes y poblemos nuevamente aquellos bares típicamente porteños, aquellos a que nuestros poetas populares inmortalizaron, es mejor ser nosotros que intentar pedir una donna con un milkshake solo para parecernos lo que no somos. No le parece?...

jueves, 12 de abril de 2007

Mozos Eran los de Antes


Antiguamente solía decirse que un buen mozo era aquel que nos parecía invisible. Así, ese mozo nos pasaba absolutamente desapercibido, era un ente que decoraba con disimulo nuestra estancia en el local gastronómico.

Nos servía la copa cuando esta aún no se vaciaba, aparecía por detrás de uno sin que nadie lo percibiera, pagar era casi instantáneo con solo levantar un dedo, él nos estaba viendo, ansioso desde la barra con sus ojos como faros que todo lo veían.

Para tomar el pedido, alguno podría usar un papelito, la mayoría retenía en su mente el pedido de tres, cuatro o cinco mesas incapaz de equivocarse.

La barra era un panóptico desde el cual ese mozo seguía el movimiento de cada mesa, presto tanto a servir como a evitar los clásicos “pagadios”.

Pero los tiempos cambian y los chicos crecen y con ellos los mozos se jubilan y nuevas generaciones vienen a ocupar esos lugares. Y, para colmo, cada generación trae sus costumbres y rasgos distintivos. Entonces los consumidores sufrimos dos especies de electroshocks violentos por el solo hecho de querer tomar un café. En primer lugar, nos quedamos sin el mozo de cada mañana (o cada tarde como prefiera el lector, incluso de la noche), sin ese buen día amable y, si uno era habitué del páramo cafetero, hasta nos traía “lo de siempre” antes de saludarnos, incluso.

Pero ahora no, por más años que llevemos yendo al mismo bar, a la misma hora y pidiendo la misma infusión una y otra vez, el nuevo mozo nos ignorará por varios minutos, probando hasta dónde llega nuestra paciencia. Con suerte nos dirá “buen día”, pero mirando a otro lado y, si uno pide un cortado puede que venga un café, la diferencia entre la medialuna de grasa y la de manteca, para estos seres, es un misterio insondable, ni hablar de querer hacer un segundo pedido, que nos vea se vuelve ilusorio y la espera para que nos cobre tienta a la subrepticia fuga al tipo mas honesto del mundo.

Otro ítem a destacar en esta nueva especie de mozos, ahora también llamados meseros/as o camareros/as, es que consideran que pedir un café necesita aclaratoria de continente…no señores, no!!!!, un café es un café en un pocillo, en jarrito es un “café en jarrito”, lo mismo que en vaso, “una café en vaso”. Harto, estoy, harto de tener que aclarar que lo quiero en pocillo, que en jarrito es un americano y que en vaso me quemo las puntas yemas de los dedos. Pasa que estos muchachos nacieron en la era del Pizza – Café, en donde se acostumbraron al jarrito, entonces cuando uno pide un cortado el salame picado fino nos mira con sus ojos abiertos como para confirmar el envase jarrito…y uno le dice, no en pocillo, y eso, pobre pibe, lo confunde, lo desacomoda, lo crispa.

Lo de limpiarnos la mesa de la suciedad del comensal anterior, se volvió utópico, gracias si el trapito repasa el 20% de la mesa, el resto es tarea de uno.

Para que la nostalgia de nuestro antiguo mozo nos torture lo que dura un café el tipo nos ninguneará por los siglos venideros, no importa con cuanta frecuencia utilicemos el aposento en cuestión, para él no somos el “de siempre”, somos un pobre diablo que ojala pida poco y sencillo, y aparte que tenga cambio y deje propina.

Y ahí llegamos a las propinas, vaya cuestión, y aquí cosecharemos apoyos e insultos. Porque es la propina en última instancia, la venganza del comensal. Es así que a nuestro viejo mozo hasta nos daba placer dejarle aquellas monedas de las que se conformaba el vuelto, era una rutina, que esos 25 centavos iban a su saco, para nosotros eso venía incluido en el precio final y el gesto era agradecido, tal vez con una mera guiñada de ojos o el tímido, casi avergonzado, “gracias”.

Ahora las cosas son distintas, uno ha dejado de tener ánimo de dejar la más miserable de las monedas de 5 centavos de nuestro cambio, y si uno lo deja se lo miran con desprecio, como diciendo que con esta corbata no puedo dejarle menos que un billete. Pero vamos, si te pedí un cortado y me trajiste un café, lo pedí 10 y 20 y lo tomé casi frío a las 11, si quise pagar a las 11 y 15 y recibí el vuelto a las 12…cómo voy a dejar propina??...no, viejo, si tomar un cafecito, gracias a estos pibes, se va a tornar una ciencia dura…

Pequeño Manual De Urbanidad.


De nuestras innumerables observaciones de las vicisitudes que sufre el peatón en las calles de nuestra querida ciudad, no hemos dejado de notar que algunas personas obran de manera –cuanto menos- desconsiderada hacia el prójimo.
En este pequeño manual, Usted, amigo lector, encontrará las pautas apropiadas para comportarse como un verdadero hombre de mundo (cosa que por supuesto no es, ya que esta leyendo esta idiotez...)
Aquí van algunos consejos:

1.- Las escaleras mecánicas tienen –emulando a las autopistas- dos carriles. Si Usted es empleado público y no quiere esforzarse subiendo los escalones como Dios manda, tírese sobre su mano derecha y quédese mosca. Si en cambio Usted es una persona atlética o esta apurada o la naturaleza se apropió de su voluntad, utilice elegantemente el imaginario carril de la izquierda. En ambos casos, si lo hace exactamente al revés, será merecedor de algún artero salivazo, cuando no de un sencillo pero eficaz trompis en la boca.

2).- Un tema aparte es el de los paraguas. Si va muy orondo caminando un día de lluvia con su paraguas que parece una sombrilla, no sea garca y deje la proximidad de la pared a aquellos pobres diablos que andan con lo puesto o a los que la menor brisa les hizo percha el remedo de paraguas chino que compraron a 3,50 hace cinco minutos (aunque la garantía de estos artefactos se mide por cuadras...). Tenga especial cuidado con las traicioneras y puntiagudas varillas metálicas, verdaderas fábricas de Polifemos urbanos. Cuando la lluvia terminó y camine con esos paraguas del tiempo en que se hacia cola para conseguir Kerosene, esos que tenían una punta como una pica medieval (no se haga el pendejo, sabe muy bien de cuales le hablo) haga el favor de prestar atención y no ensarte a nadie (salvo que este se lo pida, pero eso ya es cosa suya...)

3).- Lo vamos a decir una sola vez: Las peatonales tienen dos manos de ida y dos de vuelta. Como es esto?, fácil, si Usted va con la patrona mirando vidrieras (bah, ella mirando vidrieras, Usted va relojeándo a la colegiala que pierde el tiempo haciéndose la rata y provocando sus ratones) o va con tiempo, el carril apropiado para Usted es el de la derecha. En cambio, si es empleado bancario o similar y le dan 20 miserables minutos para embucharse el merecido almuerzo, utilice el del centro. Estamos hartos de atropellar turistas, ancianos, mendigos y otros seres incalificables que, amparándose en los derechos humanos y otras leyes blandas, andan impunemente como tortugas con lumbago, obstaculizando deliberadamente a los que queremos progresar en la vida y engrandecer al país, como soñó Juan Perón, que tanto...

4).- Por favor, cuando salga de algún comercio o edificio, no sea atolondrado, mire a ambos lados antes y no se lleve puesto a nadie.

5).- Si va caminando y se olvidó de algo, o se siguió de largo o lo que fuera, no sea infeliz, no frene de golpe. Seguramente detrás suyo viene otra persona tan o mas apurada que Usted y lo mas probable es que cuanto menos lo apoye....Esta técnica es asiduamente utilizada astutamente por varios integrantes de nuestra farándula e integrantes de distintos planteles de nuestro fútbol (no haremos nombres, pero si hay algún billetes podemos hacer apellidos).

6).- Si es habitué de algún bar y goza del sutil encanto de tomarse un cafecito y pedir el diario (en nuestro caso, esta actividad reemplaza al gimnasio), léalo rápido, hay gente esperándolo. No haga como esos seres indeseables –por lo general entre los 70 años y la muerte- que se demoran leyendo las entradas y salidas del puerto, los obituarios, las quiebras decretadas y todos esos items que completan los espacios en blanco de los matutinos
7).- No me diga que nunca le paso...Ud. anda con el tiempo contado (como cualquier habitante normal de Buenos Aires), entra al cajero automático y ahí esta, ese ser nefasto que hasta le parece conocido (seguro que lo vio leyendo el diario en el bar). Si, es él, el eterno operador del cajero, un ente que apenas comprende como funciona una pava tratando de pagar la quinta cuota del protesista dental y en vez de usar la tarjeta de débito trata de introducir la subtepass....No lo espere, no trate de ayudarlo, solo péguele dos balazos y márchese (con la nueva reforma del Código Penal no solo zafará sino que será considerado un ciudadano ejemplar).

8).- Si es afortunado y sale con su peor es nada y la prole a comer un día afuera, sea bondadoso y controle a esos animalitos que llama hijos. Estos estarán seguramente pululando por las mesas haciendo lo imposible para que nos atragantemos con un pedazo de milanesa a la napolitana....y otra cosa, si un ser de manera absolutamente educada los reconviene, no se haga el ofendido, el buen padre de familia y asima su responsabilidad como lo que cree ser.

9).- A vos te hablo. Si, a vos. No te hagas el sordo. Adolescente argentino que viajas en nuestros cómodos medios de transporte público y te diriges a tu correspondiente centro educacional. SACATE LA MOCHILA, AUTISTA!!!!!!!!!!. Y otra cosa, si vas escuchando música con los auriculares, el resto de los pasajero no queremos saber de tus dotes canoras, por favor, no cantes o al menos ten piedad de nosotros y afina.