Entrar a un negocio puede convertirse rápidamente de una agradable distracción en una experiencia comercial insufrible, por cierto no legislado por nuestro menesteroso ordenamiento legal.
Uno no siempre ingresa a un negocio porque quiere comprar, a veces quiere mirar, chusmear precios y/o novedades, hacer tiempo e innumerables variables que el lector añadirá de acuerdo a sus costumbres.
Uno no siempre ingresa a un negocio porque quiere comprar, a veces quiere mirar, chusmear precios y/o novedades, hacer tiempo e innumerables variables que el lector añadirá de acuerdo a sus costumbres.
Pero hay veces en que, no bien uno ingresa al local en cuestión, el comerciante empieza con sus preguntas, “que necesitas??, “andás buscando algo en especial?”, “que te ofrezco, gordo?” (quién le dijo que me puede llamar gordo??, eh? Quién?), entonces, la entrada al negocio se vuelve tediosa o efímera, o bien soportamos el asedio del comerciante, lo que puede incluir una batería de muestras, ofertas, “probate”, está barato, otro así no se consigue, y demás o bien, nos damos media vuelta y seguimos nuestro camino peregrino mascullando la bronca de no haber podido otear el bien y su coste.
Lo peor es que si uno le contesta “nada, estoy mirando”, nos devuelven una mirada fulminante que se suma a un revoleo de ojos mientras vuelven al mostrador que nos hacer sentir estúpidos de no realizar la compra.
Otros no se acercan, son presas del panick attack permanente (los gobiernos se llevan su parte en esto) pero nos miran con desconfianza, nos escrutan con su mirada de pies a cabeza (a todos por igual), si preguntamos algo nos responden con evasivas y carita de asco, si compramos y se nos ocurre pagar con un billete grande lo inquieren a mas no poder hasta auto convencerse (porque nunca sabré cómo se forma el convencimiento e esos casos) de la autenticidad del papelito valorativo en cuestión. Otras veces no se toman tanto trabajo y, ante el temor de ser timados, nos responden que no poseen cambio, dándonos la opción de ir a conseguirlo a nuestra costa o de cancelar la compra, total, prefieren la pérdida a la consabida estafa.
Esta clase de comerciante tiene la variante del Gran Comerciante, o comercio a gran escala, léase las cadenas donde no se nos permite el acceso con nuestro inseparable portafolios o equivalente. Acaso, no es una presunción de mi mala fe despojarme de uno de mis bienes más preciados para evitar que me lleve escondida una baratija nimia? No señor, ustedes se equivocan, el cliente no es un ladrón, en mi caso, si me despojan de mi portafolios, me despojan de mi billetera y si me despojan de mi billetera lo hacen también de mi tarjeta de crédito y, mas, de mi cédula que ya casi está adherida materialmente a la primera; por lo que infiérase señor lector que mal podría comprar algo por encontrarme desposeído de mi bienes intercambiables…por dios…ni que vendieran la tal cosa. Por otra parte, y para completar este cuadro inadmisible, esos locales (megalocales en algunos casos, tan mega que no se verían ante la dificultad de tener que solicitar su propia quiebra si uno se olvidara de abonar un disco compacto novedad en el mercado discográfico) cuentan con esas puertitas electrónicas que anuncian al manilargo ante la sociedad, ridiculizándolo y promoviendo el oprobio general hacia su asquerosa persona. Por eso, desde aquí nos declaramos en rebeldía con dejar en un impersonal locker nuestros objetos personales, en muchos casos más valiosos que la mayoría de los productos a la venta en el local.
Otra clase de vendedores insufribles son aquellos que se permiten aconsejarnos “de oficio”. No hace falta que uno pida asesoramiento, ellos asesoran, opinan tercian en el intercambio de opiniones con nuestro acompañante ocasional y terminan sintiéndose importantes cuando su opinión se hace con la victoria en medio de la tormenta de ponencias, manifestaciones y sugerencias.
Pero, sin dudas, y para ir terminando, llegamos al, a mi gusto, peor de todos los vendedores que pueda concebirse en el comercio. Me refiero a ese vendedor que nos clava la estocada dónde más no duele, el que nos contesta: “no, jean como para vos no tengo…”, el tono que acompaña a la hiriente frase no hace mas que actuar como rematador para nuestra autoestima, el tono es canchero, de fastidio por habérsenos ocurrido entrar a “ese” local a preguntar, como si no tuviéramos complejos, ahí está él el vendedor para recordarnos que los jeans en las casas del momento sólo llegan a la cintura 44, y de ahí para arriba hay que ser mago para no andar en bolas como los indios (no lo digo peyorativamente, lo digo en el sentido que lo dijo San Martín), ni hablar para las mujeres, para quienes solo hay 2 talles de pantalones, y de ahí para arriba que te vista tu abuela porque si no te tendrás que tirar una túnica encima para mantener a salvo de miradas libidinosas tus partes pudendas…
2 comentarios:
Muy bueno….
Y para que esto sea una verdadera oferta….., les tiro algunos datos interesantes:
Los vendedores novatos generalmente cuando se proponen vender es cuando menos venden. Porque..??? porque les enseñan a despachar mas que a convencer. El asunto es cuando encontramos un vendedor canchero, el tipo que te hace creer que al venderte aunque sea una pastilla de cianuro te hace un favor invaluable.
El vendedor avezado te saca “por la pinta”, te ve entrar al negocio y enfilar derechito al equipo de audio (por ejemplo) que venís mirando desde hace tres meses cada vez que pasás por la vidriera, entonces, se para indiferente y observa de reojo cómo “estirás el cogote” esperando que alguien te de bola antes de que cierre el negocio y tu vida ya no tenga más sentido. Se acerca y te dice “lo puedo ayudar en algo…?” y ya estás en el bolso.
Muchachos… cuando entren a un negocio no entren como si fueran a comprar la última botella de gancia que hay en el mundo, si el que te atiende es el dueño, siempre se puede regatear (el famoso “200,-?....pucha que macana, tengo ciento noventa y lo preciso para hoy”) o siempre se pueden sacar seis cuotas más. Pero si no es el dueño, entonces háganlo laburar….!!!, pregúntenle los precios hasta del sauna de la esquina, si el lavarropas trae radio y CD, con cuantos milímetros de columna de mercurio de presión de gas trabaja esa cocina y que te lo convierta al sistema M.K.S., ¿el calefón de 14 litros sirve para lavar ollas de inoxidable ???, “disculpe que lo vuelva a molestar, me mostraría nuevamente la radio a energía eólica que vimos al principio, es que no me decido..…” y así sucesivamente.. Cuanto más tiempo y paciencia invierta más va a querer cerrar una venta. Y sinó, otra opción, vayan a comprar con los pibes, cuando los pendejos se aburren, tienen la increíble facultad de sacar de las casillas al mismísimo Mahatma Gandhi, con tal de que te vayas el tipo algo te va a acomodar.
¡Pero ojo !!!! tengan en cuenta algo importantísimo….. los buenos vendedores tienen un aliado terrible. Un aliado al que nos es muy difícil manejar y del que es casi imposible zafar…saben quien es???… Nuestra esposa, novia, pareja o amante.
Son el blanco principal del vendedor, es nuestro talón de Aquiles, es ese ser psicológicamente vulnerable y a la que seduce un par de Nike de $600, - (esas que te dan ganas de llevar a tu mujer a upa con tal de que no gasten las suelas), cuando fuiste a comprarle unas “Sergio Tachinni” de $150,- que le gustaron el otro día, esa dulce dama que le brillan los ojitos cuando le dicen “Señora, este vestido le queda perfecto, luce realmente su estilo”…..CHAU!!!....estás listo!!!!... vos la acompañaste comprarse una “blusita para el casamiento de la Gladis” y ese sanguinario vendedor nos enchufó un vestido más caro que un burro criado a masas finas. Por eso recuerden esto muchachos: Los vendedores y las mujeres son como la poxilina, si los juntás, no hay Cristo que los ablande…….
Gracias y hasta la próxima huevada
Grande, he encontrado lo que he estado buscando
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